Enclavados en el norte de Pakistán, los valles de Hunza y Nagar son un paraíso montañoso rodeado por picos nevados como el Rakaposhi y el Ultar Sar. Sus paisajes combinan ríos cristalinos, campos en terrazas y aldeas de piedra donde la vida sigue un ritmo pausado. La hospitalidad de sus habitantes es legendaria y se disfruta al recorrer pueblos como Karimabad o pasear por los miradores que ofrecen vistas de ensueño. En primavera, los almendros y albaricoqueros florecen, mientras que en otoño los tonos dorados tiñen el valle.

Considerada una de las praderas más bellas del mundo, Fairy Meadows ofrece una panorámica incomparable del Nanga Parbat, la novena montaña más alta del planeta. Su acceso requiere un trayecto en jeep y una caminata ligera, pero la recompensa es un paisaje de postal, con praderas verdes, bosques de coníferas y un cielo limpio. Es un lugar donde la naturaleza se muestra en toda su magnitud, transmitiendo una profunda sensación de paz y desconexión.

En las llanuras del Sindh, Mohenjo-Daro es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del mundo y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Fundada hace más de 4.000 años, formó parte de la civilización del Indo y conserva un avanzado trazado urbano con calles, canales y edificios de ladrillo cocido. Recorrer sus ruinas es viajar en el tiempo y descubrir los logros de una cultura que floreció mucho antes de las civilizaciones clásicas.

Extendiéndose por el sur de Punjab, el desierto de Cholistan es un paisaje de dunas doradas, campos áridos y antiguas rutas comerciales. Entre sus tesoros destaca la fortaleza de Derawar, una impresionante construcción de ladrillo que se alza en medio de la nada. Durante el día, la luz resalta los tonos cálidos de la arena, y por la noche, el cielo se llena de estrellas en uno de los lugares más despejados y silenciosos del país.

En el extremo norte del valle de Hunza, Passu es un pequeño pueblo famoso por su impresionante telón de fondo: las afiladas agujas de piedra conocidas como las Passu Cones. El paisaje combina glaciares, ríos y montañas que parecen tocar el cielo, creando una de las vistas más icónicas de la Carretera del Karakórum. Desde aquí se accede al glaciar Passu y al puente colgante de Hussaini, una experiencia única para los amantes de la fotografía y la naturaleza.

Situadas en el corazón de las montañas del norte de Pakistán, Gilgit y Skardu son la puerta de entrada a algunos de los paisajes más espectaculares del Karakórum. Gilgit destaca por su ambiente tranquilo junto al río y su papel histórico como enclave de la Ruta de la Seda. Skardu, rodeada de lagos cristalinos y picos nevados, es el punto de partida hacia glaciares, valles y miradores que dejan sin aliento. La combinación de montañas imponentes, ríos caudalosos y cielos despejados convierte esta región en un paraíso para los amantes de la naturaleza.